CONTEXTO
HISTORICO CULTURAL DE LA EDAD MEDIA :
LOS CANTARES DE GESTA
CARACTERISTICAS
GENERALES DE LA
LITERATURA MEDIEVAL
La literatura
fue el reflejo de la sociedad medieval y de su mentalidad. Las principales
características de la literatura medieval son:
La importancia
de la transmisión oral: Gran parte de la literatura se difundía mediante la
recitación, dado que la población era analfabeta en su mayoría.
El carácter
anónimo de sus autores: Al principio, sobre todo, la literatura surge de la
colectividad y luego va siendo modificada por los juglares o quienes la
transmiten.
La finalidad
didáctica o moralizante: La influencia religiosa determina que, en muchos
casos, la literatura se utilice para influir en los oyentes. Otras veces, la
literatura sirve de propaganda de los valores de un rey o de un pueblo, como
ocurrirá con los cantares de gesta.
El uso del
verso: Hasta bien entrada la
Edad Media (siglo XIV), el verso será el modo usual de
escribir, dada su facilidad para la recitación
GENEROS LITERARIOS
LIRICA
Jarchas
Son
composiciones populares que se difundieron oralmente, por lo que se han perdido
en su mayor parte: solo conocemos aquellas que algún letrado trasladó al papel.
Son composiciones escritas en lengua romance que datan de mediados del siglo XI
y figuraban al final de las moaxajas o muwassahas Las jarchas son breves
cancioncillas mozárabes.
Las jarchas
más antiguas se sitúan en torno al año 1000 y son versos sencillos e ingeniosos
de canciones amorosas femeninas. La mayoría de ella expresa las quejas, penas,
dudas y deseos de una joven enamorada
denominadas
jarchas, unos largos poemas escritos en árabe o hebreo en España.
Otras manifestaciones
líricas de la península son las cantigas de amigo galaico-portuguesas y los
villancicos castellanos.
El Mester de Clerecía
La primera
escuela literaria española se denominaría mester(oficio) de clerecía.
El mester de
clerecía se desarrolló durante los siglos XIII y XIV y se desarrolló
primeramente en los monasterios, Las composiciones pertenecientes a este mester
son poemas narrativos con una doble finalidad: enseñar y divertir con versos en
castellano. Sus principales rasgos temáticos y métricos son:
Los temas son
generalmente religiosos como vida de santos, junto con temas legendarios, sobre
la historia nacional. Los autores suelen inspirarse en textos procedentes del
latín
Se emplea la
cuaderna vía, estrofa de cuatro versos alejandrinos que mantiene la misma rima
El primer
poeta del mester de clerecía de nombre desconocido es Gonzalo de Berceo, quien
movido por la devoción a la virgen, muy extendida en Europa recoge temas de la
tradición mariana y escribe su principal obra: los milagros de nuestra señora
El libro del
buen amor es un extenso poema, en su mayor parte en cuaderna vía, propia del
mester de clerecía. El libro esta escrito en primera persona, adopta la forma
de una autobiografía ficticia, sin que pueda asegurarse que contenga
referencias ciertas sobre la vida del autor. Ofrece una especie de arte de amar
a través de las frustradas aventuras amorosas del protagonista, mezclada con
elementos muy variados.
Contiene
ejemplos de prácticamente todas las formas y temas poéticos de la edad media.
NARRATIVA
Durante la Edad Media la narrativa
se realiza fundamentalmente en verso.
En los siglos
XII y XIII se divulgaron unos relatos en verso que narraba las hazañas (o
gestas) de unos héroes
Estos relatos
épicos reciben el nombre de CANTARES porque
no eran destinados a la lectura, sino a transmitirse oralmente por medio de la
recitación o el canto que hacían los juglares. Hoy en día se conservan muy
pocos cantares de gesta solo han llegado algunos textos que fueron fijados por
escrito, cuando un juglar los dictaba a un copista.
Cantar de gesta es el nombre dado a la
epopeya escrita en la Edad
Media o a una manifestación literaria extensa perteneciente a
la épica que narra las hazañas de un héroe que representa las virtudes que un
pueblo o colectividad consideraban modélicas durante el Medievo.
En España el
cantar de gesta más famoso es el Poema de Mio Cid.
Narra las
hazañas de Cid Campeador, un guerrero castellano que luchó en la Reconquista contra los
árabes.
Las primeras
narraciones en prosa que encontramos en la Edad Media son los
cuentos, historias que se escriben buscando una enseñanza moral, que servían de
ejemplo a quienes los leían. La colección de cuentos más conocida es El Conde
Lucanor escrita por D. Juan Manuel.
En esta obra
un joven conde plantea a su criado Patronio una serie de problemas morales y el
criado le aconseja contándole un cuento que sirve para ilustrar el problema y
la solución.
CANTAR DE MIO CID
El Cantar de Mio
Cid es un cantar de gesta anónimo que relata hazañas heroicas inspiradas
libremente en los últimos años de la vida del caballero castellano Rodrigo Díaz
el Campeador. Se trata de la primera obra narrativa extensa de la literatura
española en una lengua romance, y destaca por el alto valor literario de su
estilo. Fue compuesto —según la gran mayoría de la crítica actual— alrededor
del año 1200.
El Cantar de Mio
Cid es el único cantar épico de la literatura española conservado casi
completo. Se han perdido la primera hoja del original y otras dos en el
interior del códice, aunque el contenido de las lagunas existentes puede ser
deducido de las prosificaciones cronísticas, en especial de la Crónica de veinte reyes.
Además del Cantar de mio Cid, los cuatro textos de su género que han perdurado
son: las Mocedades de Rodrigo —circa 1360—, con 1700 versos; el Cantar de
Roncesvalles —ca. 1270—, un fragmento de unos 100 versos; y una corta
inscripción de un templo románico, conocida como Epitafio épico del Cid —¿ca.
1400?—.
El poema
consta de 3735 versos de extensión variable (anisosilábicos), aunque dominan
versos de 14 a
16 sílabas métricas. Los versos del Cantar de mio Cid están divididos en dos
hemistiquios separados por cesura. La longitud de cada hemistiquio es de 4 a 13 sílabas, y se considera
unidad mínima de la prosodia del Cantar. No hay división en estrofas, y los
versos se agrupan en tiradas, es decir, series de versos con una misma rima
asonante.
Se desconoce
el título original, aunque probablemente se llamaría «gesta» o «cantar»,
términos con los que el autor describe su obra en los versos 1085 y 2276,
respectivamente.
ARGUMENTO Y ESTRUCTURA
Estructura interna
El Cantar de
mio Cid trata el tema del complejo proceso de recuperación de la honra perdida
por el héroe, cuya restauración supondrá una honra mayor a la de la situación
de partida.
El poema se
inicia con el destierro del Cid, primer motivo de deshonra, tras haber sido
acusado de robo. Este deshonor supone también el ser desposeído de sus
heredades o posesiones en Vivar y privado de la patria potestad de su familia.
Tras la
conquista de Valencia, gracias al solo valor de su brazo, su astucia y
prudencia, consigue el perdón real y con ello una nueva heredad, el Señorío de
Valencia, que se une a su antiguo solar ya restituido. Para ratificar su nuevo
estatus de señor de vasallos, se conciertan bodas con linajes del mayor
prestigio cuales son los infantes de Carrión.
Pero
paradójicamente, con ello se produce la nueva caída de la honra del Cid, debido
al ultraje de los infantes a las hijas del Cid, que son vejadas, fustigadas,
malheridas y abandonadas en el robledal de Corpes.
Este hecho
supone según el derecho medieval el repudio de facto de estas por parte de los
de Carrión. Por ello el Cid decide alegar la nulidad de estos matrimonios en un
juicio presidido por el rey, donde además los infantes de Carrión queden
infamados públicamente y apartados de los privilegios que antes ostentaban como
miembros del séquito real. Por el contrario, las hijas del Cid conciertan
matrimonios con reyes de España, llegando al máximo ascenso social posible.
Así, la
estructura interna está determinada por unas curvas de
obtención–pérdida–restauración–pérdida–restauración de la honra del héroe. En
un primer momento, que el texto no refleja, el Cid es un buen caballero vasallo
de su rey, honrado y con heredades en Vivar. El destierro con que se inicia el
poema es la pérdida, y la primera restauración, el perdón real y las bodas de
las hijas del Cid con grandes nobles. La segunda curva se iniciaría con la
pérdida de la honra de sus hijas y terminaría con la reparación mediante el
juicio y las bodas con reyes de España. Pero la curva segunda supera en
amplitud y alcanza mayor altura que la primera.
Estructura externa
Los editores
del texto, desde la edición de Menéndez Pidal de 1913, lo han dividido en tres
cantares. Podría reflejar las tres sesiones en que el autor considera
conveniente que el juglar recite la gesta. Parece confirmarlo así el texto al
separar una parte de otra con las palabras: «aquís conpieça la gesta de mio Çid
el de Bivar» (v. 1085), y otra más adelante cuando dice: «Las coplas deste
cantar aquís van acabando» (v. 2776).
Primer cantar. Cantar del destierro (vv.
1–1084)
El Cid ha sido
desterrado de Castilla por el rey Alfonso Vl. Debe abandonar a su esposa e
hijas, a quienes deja a la protección del abad del monasterio de San Pedro de
Cardeña, e inicia una campaña militar acompañado de sus fieles en tierras no
cristianas, enviando un presente al rey tras cada victoria para conseguir el
favor real.
Segundo cantar. Cantar de las bodas (vv.
1085–2277)
El Cid se
dirige a Valencia, en poder de los moros, y logra conquistar la ciudad. Envía a
su amigo y mano derecha Álvar Fáñez a la corte de Castilla con nuevos regalos
para el rey, pidiéndole que se le permita reunirse con su familia en Valencia.
El rey accede a esta petición, e incluso le perdona y levanta el castigo que
pesaba sobre el Campeador y sus hombres. La fortuna del Cid hace que los
infantes de Carrión pidan en matrimonio a doña Elvira y doña Sol. El rey pide
al Campeador que acceda al matrimonio y él lo hace aunque no confía en ellos.
Las bodas se celebran solemnemente.
Tercer cantar. Cantar de la afrenta de
Corpes (vv. 2278–3730)
Los infantes
de Carrión muestran pronto su cobardía, primero ante un león que se escapa y
del que huyen despavoridos, después en la lucha contra los árabes. Sintiéndose
humillados, los infantes deciden vengarse. Para ello emprenden un viaje hacia
Carrión con sus esposas y, al llegar al robledo de Corpes, las azotan y las
abandonan dejándolas desfallecidas. El Cid ha sido deshonrado y pide justicia
al rey. El juicio culmina con el «riepto» o duelo en el que los representantes
de la causa del Cid vencen a los infantes. Estos quedan deshonrados y se anulan
sus bodas. El poema termina con el proyecto de boda entre las hijas del Cid y
los infantes de Navarra y Aragón.
CARACTERÍSTICAS Y TEMAS
El Cantar de
mio Cid se diferencia de la épica francesa en la ausencia de elementos
sobrenaturales (salvo, quizá, la aparición en sueños del arcángel San Gabriel
al protagonista, el episodio del león que se humilla ante el Campeador, el
brillo de las espadas Colada y Tizona, y la extraordinaria calidad de
Babieca),3 la mesura con la que se conduce su héroe y la relativa verosimilitud
de sus hazañas. El Cid que ofrece el Cantar constituye un modelo de prudencia y
equilibrio. Así, cuando de un prototipo de héroe épico se esperaría una
inmediata venganza de sangre, en esta obra el héroe se toma su tiempo para
reflexionar al recibir la mala noticia del maltrato de sus hijas («cuando ge lo
dizen a mio Cid el Campeador, / una grand ora pensó e comidió», vv. 2827-8) y
busca su reparación en un solemne proceso judicial; rechaza, además, actuar
precipitadamente en las batallas cuando las circunstancias lo desaconsejan. Por
otro lado, el Cid mantiene buenas y amistosas relaciones con muchos musulmanes,
como su aliado y vasallo Abengalbón, que refleja el estatus de mudéjar (los
«moros de paz» del Cantar) y la convivencia con la comunidad hispanoárabe, de
origen andalusí, habitual en los valles del Jalón y Jiloca por donde transcurre
buena parte del texto.4
Además está
muy presente la condición de ascenso social mediante las armas que se producía
en las tierras fronterizas con los dominios musulmanes, lo cual supone un
argumento decisivo de que no pudo componerse en 1140, pues en esa época no se
daba ese «espíritu de frontera» y el consiguiente ascenso social de los
caballeros infanzones de las tierras de extremadura.
El propio Cid,
siendo solo un infanzón (esto es, un hidalgo de la categoría social menos
elevada, comparada con condes, potestades y ricos hombres, rango al que
pertenecen los infantes de Carrión) logra sobreponerse a su humilde condición
social dentro de la nobleza, alcanzando por su esfuerzo prestigio y riquezas
(honra) y finalmente un señorío hereditario (Valencia) y no en tenencia como
vasallo real. Por tanto se puede decir que el verdadero tema es el ascenso de
la honra del héroe, que al final es señor de vasallos y crea su propia Casa o linaje
con solar en Valencia, comparable a los condes y ricos hombres.
Más aún, el
enlace de sus hijas con príncipes del reino de Navarra y del reino de Aragón,
indica que su dignidad es casi real, pues el señorío de Valencia surge como una
novedad en el panorama del siglo XIII y podría equipararse a los reinos
cristianos, aunque, eso sí, el Cid del poema nunca deja de reconocerse él mismo
como vasallo del monarca castellano, si bien latía el título de Emperador,
tanto para los dos Alfonsos implicados como para lo que fue su origen en los
reyes leoneses, investidos de la dignidad imperial.
De cualquier
modo, el linaje del Cid emparenta con el de los reyes cristianos y, como dice
el poema: «Oy los reyes d'España sos parientes son, / a todos alcança ondra por
el que en buen ora nació.» («Hoy los reyes de España sus parientes son, / a
todos les alcanza honra por el que en buena hora nació.»), vv. 3724–3725,5 de
modo que no sólo su casa emparenta con reyes, sino que estos se ven más
honrados y gozan de mayor prestigio por ser descendientes del Cid.
Respecto de
otros cantares de gesta, en particular franceses, el Cantar presenta al héroe
con rasgos humanos. Así, el Cid es descabalgado o falla algunos golpes, sin que
por ello pierda su talla heroica. De hecho, se trata de una estrategia
narrativa, que al hacer más dudosa la victoria, realza más sus éxitos.
La
verosimilitud se hace patente en la importancia que el poema da a la
supervivencia de una mesnada desterrada. Como señala Álvar Fáñez en el verso
673 «si con moros no lidiamos, nadie nos dará el pan». Los combatientes del Cid
luchan para ganarse la subsistencia, por lo que el Cantar detalla por extenso
las descripciones del botín y el reparto del mismo, que se hace conforme a las
leyes de extremadura (es decir de zonas fronterizas entre cristianos y
musulmanes) de fines del siglo XII.
ESTILO
Lo más
característico del estilo del poema épico del Cid es un uso consciente de una
lengua arcaizante, que se vinculaba con los cantares de gesta y constituyó una
lengua artificial identificada con este subgénero narrativo hasta el siglo XIV,
como muestra el tardío Cantar de las mocedades de Rodrigo. Este código
específico ha provocado dificultades en cuanto a la datación del poema a partir
de sus rasgos lingüísticos. El tono arcaico daba a este verso heroico un tinte
de antigüedad, de valor intrínseco por producirse en una edad mítica, en un
tiempo heroico. Constituiría un registro propio del estilo sublime o grave
medieval. Pero además de los arcaísmos, en esta modalidad lingüística aparecen
los neologismos, cultismos latinos e incluso arabismos.
En el plano
fónico se aprecian aliteraciones, rimas internas y otros efectos eufónicos, muy
relacionados con la naturaleza oral, recitada o semicantada que tenían estos
poemas. Así, se ha propuesto como ejemplo de aliteración el verso 286 («Tañen
las campanas en San Pero a clamor») con su recurrencia en las nasales, que
evocan la peculiar acústica de las campanas. De rima interna, pueden destacarse
los siguientes versos:
¡Merced,
ya rey e señor, por amor de caridad!
La
rencura mayor non se me puede olvidar
oídme
toda la cort e pésevos de mio mal,
los
ifantes de Carrión, que m' desondraron tan mal.
Cantar
de mio Cid, ed. de Montaner Frutos, vv. 3253-3256.
Pasando al
ámbito léxico, destaca el uso de expresiones de la variedad lingüística
clerical y jurídica, como «curiador» ('avalista'), «rencura» ('querella'),
«entención» ('alegato') o «manfestar» ('confensar'). Destaca, asimismo, el
empleo de pares de sinónimos, como «a rey e a señor», «grandes averes priso e
mucho sobejanos», «a priessa vos guarnid e metedos en las armas» o «pensó e
comidió»; caso especial es la pareja aparentemente antitética pero en realidad
sinónima, ejemplos de ello son «venido es a moros, exido es de cristianos», «si
a vos pluguiere, Minaya, e non vos caya en pesar», «antes perderé el cuerpo e
dexaré el alma» o «passada es la noche, venida es la mañana». Paralelo es el
uso de las parejas léxicas que incluyen la referencia a un todo mediante la
conjunción de dos términos que se complementan, como es el caso de «grandes e
chicos» (que equivale a 'todo el mundo'), «el oro e la plata» ('riquezas de
todo tipo'), «de noch e de día» ('en todo momento') o «a caballeros e a peones»
('a toda la hueste'). En general se aprecia un recurso recurrente a las
estructuras sintácticas bimembres, que en ocasiones suponen un oxímoron («e
faziendo yo a él mal e él a mí grand pro»).
En cuanto a la
sintaxis, es notable el empleo de las llamadas «frases físicas», que realzan la
gestualidad. Así sucede en las expresiones «llorar de los ojos» o «hablar de la
boca». Abundan también los paralelismos sintácticos y semánticos, y es
frecuente encontrar anáforas y enumeraciones:
salveste
a Jonás cuando cayó en la mar
salvest
a Daniel con los leones en la mala cárcel,
salvest
dentro en Roma al señor san Sabastián,
salvest
a Santa Susaña del falso criminal.
vv.
339-343, ed. de Montaner Frutos.
Otro recurso
notable es la gran cantidad de usos verbales perifrásticos, entre los que
destacan los incoativos querer + infinitivo, tomarse a + infinitivo y compeçar
de + infinitivo. El encabalgamiento es más raro, pero su uso es muy
significativo en este tipo de género literario.
Entre las
figuras retóricas, cabe mencionar el uso de la interrogación y la exclamación.
Son, en cambio, muy escasas las figuras de pensamiento. Solo caben mencionar
algunas metáforas sencillas, con valor simbólico y una base asentada en la
tradición y la lengua oral. Un símil ha sido habitualmente señalado, el que se
usa para comparar la separación del Cid y su familia con la fórmula «commo la
uña de la carne» (vv. 365 y 2642). Más extendida está la metonimia, sobre todo
en su variedad de sinécdoque (expresar la parte para aludir al todo). En el
verso 16 se dice que en la compañía del Cid se contaban «sessaenta pendones»
(esto es, sesenta caballeros armados con lanza, que remataba en un estandarte o
pendón). Caso notable es la expresión «fardida lança» donde la lanza es
sinécdoque de caballero y el epíteto «fardida» (=ardida, 'fogosa', 'valiente')
es en realidad una metáfora que personifica la virtud del que la enristra. De
alcances líricos son los «ojos vellidos catan a todas partes», donde los ojos
son metonimia sinecdótica de las mujeres del Cid, que acaban de subir al punto más
alto de Valencia para contemplar la riqueza del paisaje que el héroe acaba de
conquistar.
El autor y la
fecha de composición[editar]
En virtud del
análisis de numerosos aspectos del texto conservado se demuestra que pertenece
a un autor culto, con conocimientos precisos del derecho vigente a fines del
siglo XII y principios del XIII, y que podría estar relacionado (por su
conocimiento de la microtoponimia) con la zona aledaña a Burgos, Medinaceli
(actual Soria), la zona fronteriza de Castilla con Aragón, la Alcarria o el valle del
Jiloca.22
La lengua
utilizada es la de un autor culto, un letrado que debió trabajar para alguna
cancillería o al menos como notario de algún noble o monasterio, puesto que
conoce el lenguaje jurídico y administrativo con precisión técnica, y que
domina varios registros, entre ellos, claro está, el estilo propio de los
cantares de gesta medievales, que necesitaban ciertos estilemas exclusivos,
como el epíteto épico o el lenguaje formular.
La geografía
aporta otro dato: el hecho de que Medinaceli aparezca como plaza
definitivamente castellana, y no como ciudad fronteriza en litigio entre varios
reinos fronterizos, solo puede remitir a la segunda mitad del siglo XII. Por
ejemplo, en 1140 era aragonesa.
La sociedad
reflejada en el Cantar testimonia la vigencia del «espíritu de frontera», que
solo se dio en la extremadura aragonesa y castellana a fines del siglo XII,
pues las necesidades guerreras en las fronteras permitió a los infanzones las
condiciones de rápido ascenso social y relativa independencia que tenían los
hidalgos de frontera que vemos en el Cantar y que se dieron históricamente a
partir de la conquista de Teruel. Así también es histórico el estatus de «moros
en paz» del Cid, es decir, los primeros mudéjares, necesarios en territorios
con poca población cristiana, como la extremadura soriana y turolense.
El derecho
muestra que la descripción técnica detallada de las cortes o vistas remiten al
«riepto» o juicio con combate singular, institución influida por el derecho
romano, y sólo introducida en España a fines del siglo XII. Asimismo, la
presencia de la legislación de la extremadura aragonesa y castellana (los
fueros de Teruel y Cuenca datan de fines del XII y principios del XIII
respectivamente) nos llevan como muy pronto a 1170.
La
sigilografía nos dice que el sello real (la «carta ... fuertemientre sellada»
de los vv. 42–43) solo está documentado bajo el reinado de Alfonso VIII de
Castilla a partir de 1175.
Desde el punto
de vista de la heráldica, que llega a la Península Ibérica
hacia 1150, aparece en el Cantar el uso simbólico (sobreseñal) con el ornato en
la sobreveste de los caballeros, una túnica que se ponía la vestimenta. Esta
utilización emblemática tiene su testimonio más temprano en un sello de Alfonso
II de Aragón de 1186.22
Desde la
sociología y la lexicografía diacrónica, el testimonio más antiguo del término
«fijodalgo» (hidalgo) remite a 1177, y el de «ricohombre» a 1194.22
En la Edad Media «escribir»
significaba solo «ser el copista», para lo que hoy conocemos como autor habría
de decir «compuso» o «fizo». Esto invalida la teoría de Colin Smith de que el
autor fue Per Abbat, aunque, como es lógico, supone que la fecha de composición
no pudo ser posterior a 1207, sin embargo es muy poco posterior a la redacción
original.
Pidal daba
como fecha del explicit 1307, aduciendo que habría una tercera 'C' borrada en
el manuscrito, siguiendo la conjetura del primer editor del Cantar Tomás
Antonio Sánchez (1779).29 Pero según queda demostrado en investigaciones
recientes, en especial el CD anexo a la edición de Alberto Montaner, nadie ha
podido observar el más mínimo rastro de tinta de una «C» borrada. Montaner
utiliza todos los medios técnicos a su alcance, incluida la visión infrarroja.
Lo más probable es que el copista dudara y dejara un espacio algo mayor por si
acaso (como hace en otros lugares del poema) o que intentara evitar unas
imperfecciones del pergamino. También pudo ser que hiciera dos incisiones
pequeñísimas con el cuchillito de raspar (cultellum) que servía para las
correcciones, pues estas sí se han observado al microscopio, y son incisiones
rectas (no una raspadura de borrado como defendía Menéndez Pidal, que dejaría
la textura rugosa) que pudieron inducir al copista a evitar ese espacio para
que no se corriera sobre la hendidura la tinta. El mismo Pidal llegará a
admitir que no habría esa tercera «C» borrada, porque, en todo caso, el defecto
de textura del manuscrito o «la arruga» según él sería anterior a la escritura.
Para él, Per Abbat sería un copista de un texto del 1140, pero el argumento de
la difusión popular de la genealogía cidiana actúa también en su contra, pues
el Cid no emparentó con todas las dinastías españolas hasta el año 1201;
también se apoyaba en que un poema latino menciona al Cid, el Poema de Almería,
pero este es de datación insegura (pudiera ser de finales del XII) y, sobre
todo, no alude al Cantar, sino al propio Cid, que ya era conocido por sus
hazañas. En cuanto a los arcaísmos, queda claro, como dice Rusell y otros
autores, que lo que pasa es que hay una kunstsprache en la poesía heroica, como
demuestra el hecho de que en las Mocedades de Rodrigo, del siglo XIV, se usen
los mismos arcaísmos, con similares epítetos épicos y lenguaje formular. En
cuanto al autor, Pidal primero habla de un poeta de Medinaceli con conocimiento
de San Esteban de Gormaz; luego habla de dos poetas: primera versión corta y
verista por un poeta de San Esteban, luego refundición de uno de Medinaceli.
Pero Ubieto demostró que la geografía local del área de San Esteban de Gormaz
era desconocida para el autor, debido a grandes imprecisiones y lagunas, por
ejemplo, el no situar correctamente las márgenes del Duero, y, sin embargo, hay
un conocimiento exhaustivo de los topónimos del valle del Jalón (Cella,
Montalbán, Huesa del Común), la zona de la provincia de Teruel. Además localiza
varias palabras exclusivas del aragonés, que no podía conocer un autor
castellano. Por otro lado, el Cantar refleja la situación de los mudéjares (con
personajes como Abengalbón, Fariz, Galve, incluso de gran lealtad al Cid), que
fueron necesarios para repoblar la extremadura aragonesa, y por tanto, estaban
muy presentes en la sociedad del sur de Aragón, cosa que no ocurría en Burgos.
Por tanto, según Ubieto, el autor provendría de alguno de esos lugares. Hay que
recordar que Medinaceli fue en ese tiempo un lugar en disputa que estuvo en
ocasiones en manos aragonesas. Rafael Lapesa también defendió una datación
antigua en Estudios de historia lingüística española, donde intentaba mostrar
que la composición del cantar dataría de entre 1140 y 1147, pero sus argumentos
a este respecto son muy endebles.
Colin Smith,
como se dijo, consideró a Per Abbat el autor de la obra. También piensa que el
texto de la
Biblioteca Nacional sería copia del de Per Abbat. Para este
autor 1207 sería la fecha real de composición, y relacionó Per Abbat con un
notario de la época del mismo nombre, al que supuso un gran conocedor de la
poesía épica francesa, y que sería quien compuso el Cantar inaugurando la épica
española, sirviéndose de sus lecturas y de las chansons de geste, y mostrando
su formación jurídica. Según Smith, tanto el sistema formulario del Cantar como
su métrica son préstamos de la épica francesa. Sin embargo, aunque no cabe duda
que los ciclos épicos franceses influyen en la literatura española —como demuestra
el que aparezcan en esta personajes como Roldán, Oliveros, Durandarte o Berta
la de los grandes pies— las enormes diferencias en cuanto a elementos
maravillosos, exageración de las hazañas del héroe y menor realismo, hacen que
el Cantar pudiera ser redactado por cualquier escritor culto de la época, sin
necesidad de tener un modelo francés cercano. De todas maneras, su profunda
erudición puso en la pista de la datación actual de fines del XII o principios
del XIII a los más acreditados investigadores sobre temas de fecha y autoría.
Además, el propio Colin Smith modificó su tesis inicial en sus escritos
posteriores reconociendo que Per Abbat pudo ser solo el copista y que el Cantar
no fue el punto de partida de la épica medieval española; la fecha de composición
la situaría también en los años anteriores a 1207; mantendría, no obstante, la
autoría culta y letrada para el poema. Todas estas cuestiones han sido
debatidas por extenso por Alan Deyermond, Antonio Ubieto Arteta, María Eugenia
Lacarra, Colin Smith, Jules Horrent y Alberto Montaner Frutos, quien se ocupó
de sintetizar todas las propuestas en su edición del Cantar.
lalla
ResponderBorrarla cultura de Grecia a evolucionado durante toda su historia,en la época clásica la traducción literaria occidental,los poemas épicos de homero y Hesiodo,la primera poesia lirica representada por poetas como:Safo y pindaro. Esopo escribió las fabulas en el siglo vi aC.para este tiempo surge el nacimiento del teatro,ideas del dialogo,comedias.Estas innovaciones tuvieron profunda influencia no solo con poétas Romanos;sino que se extendió por toda Europa. Wilmer Romero
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